Gran Sabana no postal

Mi madre siempre dice que vivo "en el fin del mundo". Yo vivo en la Gran Sabana, en el sureste extremo de Venezuela, en un sitio tan distante
y tan distinto que hasta se me ocurrió quedarme a vivir. Los invito a conocer esa Sabana que experimento en mi cotianidad: la Gran Sabana no postal.

jueves, 22 de marzo de 2018

Agua u Oro

A la fecha, una grama (una expresión brasilera que equivale a un gramo) tiene un valor de Bs. 3.000.000. Con suerte, un hombre o una mujer regresará a su casa, después de un mes de trabajo duro en una mina, con cinco gramas de oro, el equivalente a Bs. 15.000.000, con apenas lo justo para comprar 15.000 litros de agua. Creación fotográfica de Tewarhi Scott.



Hoy es 22 de marzo de 2018.
Discovery en la Escuela recuerda que hoy es el Día Mundial del Agua e inicia su programación con uno de mis paisajes: la cima del Roraima. Yo vivo en la Gran Sabana, un lugar tan hermoso que “la humanidad no merece algo así” (sic. Z.C. Dutka).
Es inconfundible, esa cumbre poblada de formaciones areniscas que lucen oscuras, misteriosas y aún más oscuras y misteriosas entre las nieblas perpetuas que deslizan entre ellas.
El narrador dice que las brisas suben desde las costas hasta estas alturas y al chocar, sobre ese enorme cerro de cresta aplanada, cambian su aspecto de gaseoso a líquido. Ese es el lugar en donde las nubes se deshacen en lluvia.  El drom entonces se asoma desde una cornisa, sobre una caída de casi 1000 metros. Obvio, ya la imagen no es del Roraima, la magia de la imagen nos llevó al Auyantepui, al Salto Ángel y el narrador dice que ese es lugar en donde nacen las aguas que luego corren por los cauces que surcan la Gran Sabana en riachuelos cristalinos, quebradas empedradas y ríos caudalosos hasta regresar al mar y reiniciar el ciclo.
Sin embargo, hoy 22 de marzo de 2018, en Santa Elena de Uairén, la principal ciudad de la Gran Sabana, el sitio en donde nacen las aguas, pocos tienen (tenemos) la dicha de abrir el grifo y tomar agua limpia, de darse (darme) un baño y refrescar el jardín. Mi dicha no llega a tanto, ni siquiera me atrevo a refrescar el árbol de mamón del cual penden las orquídeas. La mayoría debe pagar el agua a un precio apenas inferior al oro que tanto anhelan.
Al día de hoy, un servicio de agua, suministrado por un camión 350, apertrechado con un tanque plástico (1000 litros) sobre su plataforma trasera, se cobra en Bs. 1.000.000. Lo mismo da si quien la compra tiene apenas un par de baldes para llenar, que un tambor de 200 litros o un tanque de 900.  Para quien sólo tiene un tambor de 200 litros, un litro de agua tiene un valor de Bs. 5000. Para quien, por fortuna, tiene un tanque plástico (de esos de colores azul o negro) de 1.000 litros, cada litro de agua tendrá un valor de Bs. 1.000.
Santa Elena está rodeada de ríos y creció sobre un valle de morichales, auténticas lagunas a los pies de un modesto tepui nombrado Akurimá, una expresión pemón que se traduce como el cerro de las arañas rojas. Pero los políticos, que durante años han gobernado estos espacios, se empeñaron en hacerlo crecer propiciando invasiones. Entre 1996 y 2016 se consolidaron al menos 20 barrios caóticos. Desde 2016, la Seguridad Indígena, alertada por las consecuencias de ese crecimiento, de la anarquía y sus mil caras macabras, evitó alrededor de seis ocupaciones de tierras más. Pero las fallas persisten, a pesar de las medidas de control y del nuevo gobierno municipal en sus primeros 100 días.
Corre el tercer mes de 2018. Rige la sequía: las tres fuentes de agua de las que depende la capital de la Gran Sabana, Wará, Merú y la Cuarentenaria son insuficientes y el resto de los ríos y riachuelos que la rodean están infestados de aguas negras o sedimentos mineros.
Santa Elena que para 2011 tenía, de acuerdo con el Censo del Instituto Nacional de Estadística (INE), 26.622 habitantes tiene ahora una población de 43.663 personas, de acuerdo con las estimaciones de la Comisión de Seguridad Indígena del Consejo de Caciques del Pueblo Pemón (2017). Los pemón son los habitantes ancestrales de estas tierras.
Santa Elena creció al margen de toda legislación y todo plan, transformado en destino migratorio gracias a las minas de oro -en una zona en donde casi todos los espacios están protegidos por la ley ya sea por su belleza o importancia ambiental- o atrapados por los muchos negocios que derivan del oro: el cambio de moneda, la compra y venta del mineral amarillo, la prostitución, la venta de gasolina, de alcohol y otras drogas.
A la fecha, una grama (una expresión brasilera que equivale a un gramo) tiene un valor de Bs. 3.000.000. Con suerte, un hombre o una mujer regresará a su casa, después de un mes de trabajo duro en una mina, con cinco gramas de oro, el equivalente a Bs. 15.000.000, con apenas lo justo para comprar 15.000 litros de agua.

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